En México la inseguridad es tan común como el chile en las salsas y donde cada sexenio nos prometen que "esta vez sí" vamos a es...
En México la inseguridad es tan común como el chile en las salsas y donde cada sexenio nos prometen que "esta vez sí" vamos a estar más seguros que un gringo en Cancún. Esta semana, la Cámara de Diputados, circo donde los políticos hacen malabares con nuestras esperanzas, discutirá dos leyes enviadas por la presidenta Claudia Sheinbaum, quien parece estar decidida a convertir a México en un episodio de Black Mirror pero con más tacos y menos británicos.
Las leyes en cuestión son el *Sistema Nacional de Seguridad Pública* y el *Nuevo Sistema Nacional de Investigación e Inteligencia en Seguridad*. Sus nombres suenan a que finalmente el gobierno hubiera descubierto que el crimen organizado no es solo un problema de series en Netflix. Pero bien dicen que el diablo está en los detalles.
De entrada estas iniciativas son un cisma importante respecto a lo que no se hizo en el sexenio pasado, y básicamente admiten sin decirlo que los últimos seis años fueron un desastre, pero en lugar de pedirle disculpas a la ciudadanía que pagó los platos rotos, mejor nos venden otra botella del mismo vino, pero con una etiqueta más bonita.
**¿Qué proponen estas leyes?**
Primero, quieren conectar todos los sistemas de "inteligencia" del país en tiempo real. Sí, esos mismos sistemas que jamás pudieron funcionar con la misma eficiencia que los grupos de Whatsapp de los vecinos, incluso a pesar de estar llenos de chismes, memes y piolines, pero sin coordinación. Ahora, la SSPC (Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana) tendrá acceso a todo, todo, todo lo que se dice todo: desde la Marina hasta el SAT, pasando por la Guardia Nacional y hasta la Comisión Nacional Bancaria. Imagínense, hasta el SAT va a compartir información. Y eso sí que es un milagro porque normalmente el SAT solo se limitaba a faciltarle pasar facturas falsas a los políticos.
Pero no se emocione, porque esto no es precisamente una fiesta de la transparencia. Más bien, es como si le dieras las llaves de tu casa a un ladrón y le dijeras: "Oye, cuídame todo, pero no te robes el televisor, ¿eh?". Porque, seamos honestos, ¿a estas alturas quién confía en que el gobierno va a manejar bien tanta información? Y no soy yo el desconfiado, porque hace un año hackearon las bases de datos de la Presidencia y se robaron los datos personales de los periodistas. Hace unos meses se metieron a los servidores de la Consejería Jurídica y robaron los datos personales de la mismísima Presidenta con A. No se diga la descobijada descomunal que le puso el colectivo Guacamaya Leaks a la poderosísisma SEDENA... O sea, si no pueden proteger ni sus propios archivos, ¿cómo cuernos pueden tener la desfachatez y el descaro de jurarnos que van a proteger los nuestros?
**Y luego está el tema de los ciudadanos.**
Ahora, el gobierno quiere crear un registro con toda nuestra información: desde nuestros datos fiscales hasta nuestras huellas dactilares. ¡Incluso quieren usar la base de datos del INE! O sea, el mismo INE que no puede organizar unas elecciones sin que haya acusaciones de fraude ahora va a ser la fuente de información biométrica. El mismo INE cuyas bases de datos se roban y se ponen en venta en internet cada tres y cada seis años. ¿Qué podría salir mal? Seguro que en seis meses tendremos a un narco usando nuestros datos para extorsionarnos, mientras el gobierno dice: "Es que no sabíamos que esto pasaría".
**Y no olvidemos a los gobernadores.**
La SSPC ahora va a regular todos los centros de comando y control (los famosos C4 y C5) del país. Hasta las academias de policía van a estar bajo supervisión federal. O sea, el gobierno central no confía en sus gobernadores, y parece ser que menos en los de su propio partido. ¿Y quién puede culparlos? Con reyezuelos y reinitas que parecen más cómplices del crimen que servidores públicos, es entendible que quieran tener todo bajo control y que usen de vez en cuando esas plataforma y esos datos para aplastar a sus enemigos y contrincantes políticos.
Pero, ¿realmente creen que más burocracia va a solucionar el problema? Porque, hasta donde sé, el crimen organizado no tiene problemas con los trámites.
**El riesgo de errores (y abusos).**
Aquí es donde la cosa se pone *jugosa*. Con tanta información concentrada en un solo lugar, el riesgo de que alguien la use mal es enorme.
Imagínese las posibilidades que se imaginan los criminales: un funcionario corrupto con acceso a todos nuestros datos biométricos, fiscales y hasta nuestras llamadas telefónicas. ¡Como darle un machete a un niño hiperactivo! Y no olvidemos que a este gobierno lo hackean cada tercer diario. ¿Qué pasará cuando los narcos tengan acceso a toda esta información? ¡Van a hacer fiesta! Secuestros, extorsiones, fraudes... el cielo es el límite.
**¿Y qué hay de la privacidad?**
¡Ja! Con la pena, pero esa palabra ya no existe en el diccionario del gobierno. No olvide usted que usted votó para que desapareciera la institución que se supone cuidaba eso, así que ya puede usted darlo por descartado. Con estas leyes, la privacidad será tan escasa como un político honesto. Y no nos engañemos: aunque dicen que el personal que maneje esta información será evaluado y certificado en seis meses, sabemos que en México los certificados se compran en el mercado de Santo Domingo junto con los BlueRay piratas de *Rápido y Furioso*.
**En resumen:**
Estas leyes son como un taco de ojo: prometen mucho, pero al final te dejan con más preguntas que respuestas. Por un lado, es cierto que México necesita algo drástico para combatir el crimen organizado, y pues no podemos ser tan lapidarios como para no darle aunque sean dos minutos de beneficio de la duda a doña Claudia. Pero, por otro lado, darle tanto poder al gobierno es como ponerle un arma cargada a un borracho: tarde o temprano, alguien va a salir lastimado.
O que ¿acaso ya se le olvidó a usted a letra de la canción 'Gimme tha Power' de Molotov...? A ver, mis chairos... no era esa una de las que cantaban voz en cuello en cada mitin de YSQ...?
Así que, mientras los zombie-diputados psan estas leyes sin siquiera leerlas, nosotros, los ciudadanos, nos quedamos viendo desde la barrera, preguntándonos si esto será el principio del fin de la inseguridad o simplemente el principio de un Estado policial sin contrapesos.
Si algo falla, nos tocará pagar los platos rotos una vez más. Porque, al final del día, en México, el único que siempre pierde es el ciudadano de a pie.