Su muerte ocurrió este fin de semana pasado, cuando muy poquitos priistas decidieron que Alito Moreno pueda reelegirse de manera indefinid...
Su muerte ocurrió este fin de semana pasado, cuando muy poquitos priistas decidieron que Alito Moreno pueda reelegirse de manera indefinida.
Con esto, el Revolucionario pasa a ser parte de la chiquillada conformada por el Partido del Trabajo, el Partido Verde Ecologista y Movimiento Ciudadano.
95 años de historia a la basura, ilustra hoy el periódico El Universal, y vaya que tiene razón.
El principio rector del Partido Revolucionario Institucional era la no reelección, pero al decidir que Alito Moreno se pueda reelegir en la dirigencia del partido destruye por completo uno de los basamentos de su propia ideología.
Pero quizá la destrucción más profunda deviene desde el fundamento mismo de su existencia, porque el PRI nació en el poder y desde el poder. Su composición ideológica parte del principio de estar y ejercer el poder, alimentándose de las 'fuerzas vivas' compuestas por obreros, campesinos, sindicatos, tlatoanis, jefes territoriales y un largo etcétera de 'instituciones'.
Hoy ese fundamento básico, ideológico y sistémico ya no existe. Esos tres principios ya no están, pero sólo queda uno: el dinero.
Quienes creen que ya no hay nada en el páramo que dejó el PRI se equivocan. Aún quedan de aquí hasta el 2032 por lo menos 12 mil millones de pesos en prerrogativas, más aparte una bolsa extra de 800 millones de pesos por cada proceso electoral federal en el que alcance a participar si antes no pierde el registro.
Además, aún queda un incentivo extra en la ecuación de este cadáver. De aquí a tres años Morena podría perder la mayoría en las cámaras de diputados y senadores, y eso -si aún existe el PRI- podría servir para que este minipartido pueda disputar con el PT, el Verde y MC ser una muy disminuida bisagra.
Así terminó sus días el PRI, dejándonos una orfandad extraña.
Porque dentro de cada mexicano aún pervive un priista contumaz.
Ese priista interno extraña los grandes movimientos sociales, el apoyo unilateral de las instituciones, las descomunales movilizaciones de las fuerzas vivas.
Nuestro priista interior es matraquero, y le encanta estar celebrando las ocurrencias del político en turno. ¿A dónde podrá ir por su torta y su frutsi?
Nuestro priista interior es agachón, y se muere de ganas de seguir agradeciendo al señor diputado, a la señora senadora, al señor gobernador o a la señora presidente las bondades recibidas. ¿Ante quién nos vamos a postrar?, ¿dónde nos vamos a inclinar?, ¿cómo nos vamos a ahinojar?, ¿cuándo podremos volvernos a acuclillar?, ¿quién será el nuevo señor ante quien nos vamos a agachar?, ¿a quién vamos a agradecer que nos humille?, ¿a quién vamos a adorar?, ¿quién será el objeto de nuestra veneración?
Puede que ese priista que tenemos metido en nuestro ADN encuentre cobijo muy pronto, pues los partidos políticos también comparten esa semilla envenenada. Hasta ahora el que lo ejerce de manera burda es Morena, pero con toda la claridad del mundo está aprendiendo rápidamente.
¡Quién lo hubiera dicho!, la vida nos duró lo suficiente para ser testigos de la extinción del PRI.